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VOLTAIRE

De

Si Dios no existe, habría que inventarlo, pero toda la naturaleza nos grita que existe.


INDICE
TEORIA Y VIDA DEL FILOSOFO
RESUMEN DE CANDIDO

VOLTAIRE

TEORIA Y VIDA DEL FILOSOFO

François-Marie Arouet, alias Voltaire, es sin dudas el autor que, en la conciencia cultural del 1700, y también en la posterior, mejor representa los caracteres, los ideales y los limites del iluminismo francés. En él, escritor extremamente fecundo que experimenta todos los géneros literarios, también los más , conviven el filosofo, el histórico, el político, el poeta y el novelista. Todas estas actividades son acumuladas con un espíritu critico que oscila entre la temeraria ironía y el sarcasmo más corrosivo, sobre todo dirigido a la Iglesia Católica (Aplastad al infame era uno de sus modos) y a los prejuicios en general, que impiden al hombre pensar con su cabeza, sirviéndose de la propia razón, la vela que nos ilumina el camino (Como lo había definido Locke). La vida de Voltaire es una vida que responde bien al nuevo estilo del iluminismo. Nacido en París en 1694, él fue un exponente de aquella acomodada burguesía francesa que comenzaba a asumir un papel de primer plano en la vida económica y cultural del país. De joven fue un asiduo frecuentador de los salones parisinos, en los que circulaba una cultura de franca inspiración libertina, que resentía mucho de aquella multitud de pensadores en Francia del 1600. Una ofensa perpetrada al caballero di Rohan le causó un breve encarcelamiento en la Bastilla y un largo exilio, durante el cual residió en Inglaterra, quedando fuertemente fascinado de la cultura y del estilo inglés. Durante su larga vida no le faltaron honores y cargos prestigiosos. Gracias a los oficios de Mme. Pompadour, favorita de Luis XV, fu nombrado historiador y poeta de la corte. Contemporáneamente entró en estrechos relatos epistolares con el futuro rey de Prusia, Federico II el grande, y, cuando sus relaciones con la corte francesa se estropearon por completo, se trasladó a Berlín cerca de su nuevo protector, ya en el trono. La amistad entre Voltaire, el philosophe por excelencia, y Federico II, el rey filósofo impregnado de racionalismo, es emblemática de relatos que la primera generación de ilustrados buscó de entretener con el poder político: la idea general era aquella de reformar todo para tener una sociedad más justa, en la cual dominara la razón y se buscara el bien del hombre, se busco entonces de reformar partiendo del otro, o sea buscando alianzas con los soberanos. Pero cuando advertirán la inoperancia de este proyecto, así es que entonces decidirán reformar desde “abajo” y estallará la Revolución Francesa. La critica de la tradición no venia todavía entendida como ataque al poder constituido sino, sin poner en duda los fundamentos jurídicos-políticos del Absolutismo, los filósofos esperaban tener audiencia con los potentados, implicarlos en los programas racionalistas y promover a través de ellos, desde lo alto la reforma de la sociedad: todo esto dio lugar a la experiencia del absolutismo iluminado. Pero las esperanzas de Voltaire puestas en Federico II, como más tarde aquellas puestas de Diderot en Catalina de Rusia, quedaron defraudadas, y el matrimonio entre filosofía y poder se tradujo súbitamente en divorcio, preludiando a la nueva función que los intelectuales iluminados deberían haber tenido en los decenios sucesivos. Caído en desgracia también ante la corte de Berlín, Voltaire se retiró primeramente en Suiza y después, por veinte años, en el castillo de Ferney, donde continuó la infatigable actividad de escritor. Su fama ahora era grandísima, y las nuevas generaciones de ilustrados vieron en el anciano “patriarca de Freney” una autoridad que a veces se podía discutir, pero no desconocer. Su regreso a París en 1778, poco antes de morir, más que octogenario, fue un verdadero triunfo: el iluminismo comenzaba a celebrarse y a ponerse en marcha, por consiguiente en el camino del ocaso. Después de su estancia en Inglaterra Voltaire publica las Cartas Filosóficas (1734), en las cuales expresa su admiración por la cultura, las costumbres y las instituciones de aquella nación, que veía en aquellos años triunfar el liberalismo propugnado por Locke. Inglaterra se volvía así indirectamente un modelo para proponer a los franceses para salir del atraso cultural y civil. En el plano religioso Voltaire admira la convivencia, realizadas en el suelo inglés, de fe diversas y el espíritu de la tolerancia que marca las relaciones entre ellas. A nivel político el régimen parlamentario presenta muchas ventajas respecto a las oscuras tendencias de la monarquía francesa. Pero es sobre todo en el plano científico y filosófico que los ingleses tienen mucho que enseñar. Voltaire de hecho identifica en el método experimental de Newton y en el empirismo nosológico de Locke los dos puntos de apoyo conceptuales que han transformado la cultura europea. Sobre todo a través de Voltaire, pues Newton y Locke aparecen a los intelectuales franceses ( y después a los europeos) artífices ideales de la nueva cultura iluminada, los maestros de un nuevo modo de pensar que tiene que desarrollarse en todos los ambientes del saber y de la cultura. En realidad el pensamiento filosófico de Voltaire no presenta una particular originalidad en su complejo. Esto queda expuesto, por ejemplo, en obras tales como el Tratado de metafísica (1734) y los Elementos de la Filosofía de Newton (1738). Su concepción del mundo natural esta estrechamente ligada al modelo del mecanismo newtiano, con fundamento experimental, en explícita contraposición con el cartesiano, construido con una operación abstractamente intelectual. Es en vez de derivación lockiana la gnoseología de Voltaire, que ve en la experiencia el principio de todo conocimiento y excluye la posibilidad de dar una respuesta racional a los problemas metafísicos que van más allá de la verificación empírica: nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu. También de ascendencia inglesa es el deismo de Voltaire, adversario de cada una de las religiones reveladas (aplastad al infame era su lema punzante contra la iglesia católica) y de toda forma de ateísmo: la existencia de Dios, causa y orden del mundo, es racionalmente demostrable, a la vez que va más allá de todo conocimiento humano la definición de la esencia y de los atributos divinos: según Voltaire, que en este caso se aproxima mucho al racionalismo aristotélico, la existencia de Dios puede ser demostrada por la razón: Dios es el motor inmóvil, el garante del orden en el universo: Si Dios no existe, habría que inventarlo, pero toda la naturaleza nos grita que existe. La providencia de Dios se limita entonces a garantizar el orden y la necesidad de las leyes naturales y no atropella las vicisitudes humanas (como lo había dicho también Epicúreo). Partiendo de un moderado optimismo, en el que (con el ejemplo del poeta-filósofo Alexander Pope) se presume que la realidad, no solamente aquella natural, presentes en el complejo un carácter ordenado y positivo. Voltaire llega después a un sustancial, aunque moderado, pesimismo. En el poema sobre el desastre de Lisboa (1756), la referencia al terremoto que azotó aquella ciudad se vuelve motivo de sarcástica irrisión de bastantes fáciles optimismo: se trata de una violenta requisitoria contra la Providencia que permite la existencia de males gratuitos y horribles y contra la concepción consoladora de los filósofos sostenedores del providencialismo. Voltaire confronta amargamente que el “todo es bueno” me parece ridículo cuando el mal esta en la tierra y en el mar. Diez siglos de atrocidad y de estupidez, exploradas en el Esais sur les moeurs (Ensayo sobre las costumbres) dan a Voltaire una razón más para no creer tan fácilmente en la posibilidad de la felicidad humana: hay que admitirlo, el mal está en la tierra. Este es el contexto en el cual nace Cándido: el libro aparece anónimo pero, habiendo reconocido su estilo algunos amigos, el escritor protestó la propia extrañeza de la obra definiéndola une connerie (cojonada). La novela filosófica Cándido o el optimismo (1759) esta explícitamente dirigida contra la concepción leibniziana del “mejor de los mundos posibles”: se cuenta de un joven, Cándido justamente, de nombre y de hecho, que pasa a través de inenarrables desgracias. Lo echan de su castillo, lo enrolan forzosamente en un ejercito que no lo considera, tiene una experiencia de naufragio y de un terremoto, cae en manos de la Inquisición y padece un auto de fe, finalmente pierde todas las riquezas conquistadas en el país de El Dorado. No son memos desafortunados los personajes que circundan a Cándido: de su amada Cunegonda hasta la vieja sirvienta, que asisten a la masacre de sus familiares, vienen ellos mismos violentados, desviscerados y mutilados, prueban la maseria, el trabajo y la servidumbre. A las tremendas desventuras sufridas por Cándido hacen de contrapeso el optimismo a ultranza del filosofo Pangloss, cuyo nombre, de derivación griega ( pan todo + glwssa lengua) significa poco más o menos “aquel que tiene siempre que decir de todo”; Pangloss es convencido irremediablemente de la tesis leibniziana según la cual vivimos en el mejor de los mundos posibles. La inconclusa fe filosófica de Pangloss no viene, por lo menos en apariencia, resquebrajada ni aún de las grandes desgracias que también llueven sobre su cabeza, como también sobre todo los otros. En la conclusión de la novela, Pangloss insiste en decir que todo sucedió de lo mejor. Pero Cándido-Voltaire, que de ahora en más aprendió la lección de la vida, prefiere renunciar a todas las interpretaciones metafísicas de la realidad, contentándose de obrar útilmente en el pequeño espacio que le esta reservado. El pesimismo de Voltaire esta acompañado de una critica radical al antropocentrismo tradicional. Retomando la tesis de Giordano Bruno, él observa como la revolución copernica había privado la tierra, y por consiguiente al hombre, de su centralidad en el universo. El hombre es sólo un ser natural al igual que los otros innumerables seres que pueblan el universo y, contrariamente a lo que había sostenido el existencialista Pascal, no hay, respecto al mundo de la naturaleza, ningún privilegio antológico. Pero el tratado más característico de la obra de Voltaire, y junto a aquello que mejor encarna, en general, el espíritu del iluminismo, es la polémica religiosa, política y social que marca sobre todo el último periodo de su vida y encuentra la expresión más sistemática del Diccionario filosófico portátil (1746). Las cuestiones metafísicas pasan ahora a un segundo plano y el deber de la razón se vuelve más bien el de elaborar una critica y una transformación de la sociedad que englobe todas las instituciones. La concepción de los dioses en Voltaire viene ahora abiertamente finalizada a la critica del cristianismo, entendida como fuente de intolerancia y de guerra y, por ello obstáculo del desarrollo histórico de la humanidad: una religión como la cristiana impide al hombre servirse de la propia razón imponiéndole el cumplimiento absurdo de actos de fe. Analógicamente, en el ámbito político, Voltaire defiende el derecho de todo ciudadano a la libertad civil y política (en primer lugar a la libertad de expresión de las propias ideas), en contraposición a un absolutismo del cual él no esperaba desde ahora ninguna colaboración más. Los diversos aspectos de la polémica de la ilustración de Voltaire encuentran entonces su centro unificador en la defensa de la tolerancia como valor imprescindible para garantizar la paz, la justicia y el progreso civil, como él sostiene con aflicción en el Tratado sobre la Tolerancia del 1763 ' desapruebo aquello que dice, pero defenderé hasta la muerte tu derecho de decirlo ' , afirmaba. Una contribución extremamente relevante al pensamiento de la iluminación se da en Voltaire también en el terreno de la reflexión histórica. Esto no sólo porque él es autor de grandes obras como El siglo del Luis XIV (1751) y el Ensayo sobre costumbres y sobre el espíritu de las naciones (1756), que constituyen óptimos ejemplos de historiografía de la iluminación; pero, en estas mismas obras, Voltaire es también propulsor de una filosofía de la historia ( la misma expresión es acuñada por él) es decir de una investigación filosófica del significado general del proceso histórico en el cual el fundamento unitario del desarrollo de la humanidad se encuentra en el concepto del progreso. La historia consiste en un gradual proceso de incivilidad, de civilización, de la humanidad, a partir de la condición salvaje hasta las cuatro expresiones de la civilización humana: Atenas de Periclés, Roma de Cesar Augusto, Florencia de los Médicis y Francia de Luis XIV. El progreso no es entonces algo necesario e ininterrumpido, sino que conoce pausas e involuciones, como lo demuestra el periodo de la Edad Media. Con esto el iluminismo continuaba, en un plano filosófico más que histórico-filológico, el programa bayliano de revalorización de la ciencia histórica, disminuida de la condena cartesiana, aunque todavía permanecen prejuicios historiográficos (como, por ejemplo, la desvalorización de las Edad Media) que serán eliminados solamente por la historiografía romántica.

RESUMEN DE CANDIDO

La narración se compone de 30 breves capítulos y presenta una rápida estructura lineal, escandida de las etapas del viaje del protagonista. La narración se puede dividir en 3 partes: expulsión del castillo y huida de Cándido hacia el Nuevo Mundo, residencia en el dorado, búsqueda de Cunegonda y regreso al Viejo Mundo hasta el jardín de Constantinopla.

CAPITULO I : en el castillo de Thunder-ten-tronckh viven alegres y felices Cándido, y Mademoiselle Cunegonda, hija del barón, y Pangloss, enseñante “metafísico-teólogo-cosmoscemologia” convencido del principio al fin que las cosas no pueden ser de otro modo: Porque, así como todo esta creado para un fin, todo es necesariamente para el mejor de los fines . Cunegonda, descubriendo a Pangloss con la camarera entre las matas, imita seguidamente la experiencia abrazando a Cándido detrás de un biombo. Sorprendidos por el señor Barón, Cándido es echado a patadas en el trasero del mejor de los castillos posible.

CAPITULO II – III : Cándido se encuentra de repente con la atrocidad del mundo. Muerto de hambre y de cansancio, es enrolado por la fuerza con los Búlgaros y obligado con el sonido de los bastones para hacer el servicio militar en la celebre armada de Federico II. La batalla entre los Avari (Francia) y los Búlgaros (Prusianos) es una carnicería, bendecida con el canto del Te Deum. Cándido no encuentra nada mejor que huir saltando montaña de cadáveres, entre pueblos incendiados y miembros palpitantes. Se refugia en Holanda donde experimenta el fanatismo de un hugonote y la piedad de un anabaptista que lo acoge y lo ayuda. Encuentra después un pordiosero desfigurado por la sífilis.

CAPITULO IV : el pordiosero es Pangloss que, ha sobrevivido en la destrucción del castillo realizada por los soldados búlgaros, encuentra todavía el coraje para justificar su mal como cosa indispensable en el mejor de los mundos. Los dos se embarcan junto al anabaptista al regreso de Lisboa.

CAPITULO V – VI : descripción de algunas catástrofes naturales: la tempestad, el naufragio y el terremoto. La tempestad mata al buen anabaptista, mientras que los malvados se salvan. El terrible terremoto de Lisboa siega 30000 victimas inocentes. Pangloss y Cándido acaban en las manos de la inquisición que busca herejes para exorcizar la desgracia con un auto de fe. Pangloss fastidia a Cándido fustigado. El mismo día la tierra tiembla nuevamente. A Cándido se le acerca misteriosamente una vieja.

CAPITULO VII-X : la vieja conduce a Cándido hasta Cunegonda. Esta, violentada y destripada por los Búlgaros, que habían atacado el castillo con hierro y fuego, no estaba muerta, como había contado Pangloss. Vendida a un banquero hebreo, que la comparte con el gran Inquisidor, que había asistido al auto de fe, reconocido Cándido, se le hizo llevar a casa. Sorprendido del hebreo don Issacar y después del Inquisidor, Cándido mata a los dos. Cunegonda, la vieja y Cándido se embarcan en una nave que transporta tropas contra los jesuitas del Paraguay. En la nave se hace una gran discusión sobre el mal y la felicidad. La vieja comienza la narración de su vida.

CAPITULO XI – XII : los dos capítulos se ocupan de la desgracia de la vieja. Esta digresión consiente a Voltaire para denunciar la violencia y la obscenidad perpetradas diariamente de los daños a las mujeres. Al final de la trágica narración de la vieja, Cándido esta desconcertado y quisiera que estuviera presente el sabio Pangloss, porque se siente bastante fuerte para derivarle alguna respetuosa objeción.

CAPITULO XIII – XIV –XV : llegados a Buenos Aires, Cunegonda es acogida por el gobernador, del que se vuelve su favorita, pero Cándido, perseguido por la justicia, es forzado a huir. Guiado del siervo Cacambó, pasa al reino de los jesuitas: Aquel gobierno es una cosa admirable... los padres son todo, el pueblo nada . Cándido encuentra aquí al hermano de Cunegonda. Herido en el orgullo de casta apenas el joven manifiesta la intención de casarse con la hermana, él golpea a Cándido. El lo mata y se pone los hábitos, huyendo antes de que sea descubierto el delito.

CAPITULO XVI : Cándido en una bella pradera ve dos monos perseguir dos muchachas desnudas. Cogido de piedad, mata a los animales, convencido de haber salvado la vida de las muchachas, pero en realidad provoca la desesperación: pues asesinó a los amantes. Cándido y Cacambó se internan en la selva y allí, durante el sueño, son capturados por los Orecchioni que están en guerra con los jesuitas, que han tomado sus tierras. Están los dos para terminar en la olla, cuando Cacambó convence a la tribu que Cándido no sólo no es jesuita, sino que además viene de matar a uno. Liberados, reciben de los indios una suerte de honor.

CAPITULOS XVII – XVIII : cansados y hambrientos, después de haber recorrido montañas y precipicios, se abandonan a la corriente de un ríos que los lleva entre rocas lisas en el país de El dorado. Es el reino de la felicidad, donde no existe dinero, ni violencia, ni tribunales, ni curas. Los dos la pasan de maravilla en maravilla, pero después de un mes, aunque felices, deciden de no serlo más y pedir licencia a su Majestad. Cargados de oro, ellos parten en búsqueda de Cunegonda.

CAPITULO XIX : Cándido y Cacambó encuentran en una colonia holandesa de Surinam un negro sin una mano y sin una pierna, mutilado por la explotación de los propietarios blancos de las plantaciones. Con este precio comen azúcar en Europa, exclama el esclavo denunciando los costos sociales del lujo europeo. Un comerciante holandés roba después a Cándido, quien se convence que si todo va bien, todo va bien en el Dorado, y no en el resto de la tierra . Cándido, encarga a Cacambó de rescatar a Cunegonda, les da cita en Venecia. Desesperado por la maldad humana, busca como compañero de viaje el hombre más infeliz de la región. Entra así en escena Martín, el filosofo pesimista, todo lo contrario de Panglos.

CAPITULO XX – XXI : Martín, durante el viaje hacia Europa, expone a Cándido su pesimismo maniqueo, según el cual existen dos principios, el bien y el mal, Dios y el diablo que se disputan el universo; la tierra cayo bajo el dominio del mal. Inmediatamente se meten en una batalla naval, donde encuentran la muerte centenares de inocentes.

CAPITULO XXII – XXIII : Cándido desea conocer Paris, pero queda desilusionado. Es victima del enredo de un cura que le roba. Se mete en el fanatismo clerical, en la pasión desfrenada del juego, en el vació de los literarios. Llega a Inglaterra, pero no desembarca si quiera, disgustado por la ejecución del almirante Byng, fusilado por los ingleses porque cometió el error de haber sido derrotado por los franceses.

CAPITULO XXIV – XXV : Cándido en Venecia no encuentra a Cunegonda, pero Paquette, la antigua amante de Pangloss, se volvió prostituta. Encuentra también la hartura y el disgusto. El senador apoderado, rico, inteligente, tiene todo, pero no es feliz. Todo lo aburre.

CAPITULO XXVI – XXX : Cándido y Martín encuentran seis monarcas destronados. Los reyes también, están a merced del destino. Cacombó llega a Venecia, pero lo hacen esclavo. Los tres se embarcan para Constantinopla, donde también Cunegonda se vuelve esclava de un aventurero. En la nave Cándido reconoce en dos forzudos encadenados con los remos al filosofo Pangloss, que había estado mal ahorcado, y el revivido baroncillo jesuita, hermano de Cunegonda. Cándido rescata a los dos y todos llegan a Turquía donde, en las orillas de la Propontide, encuentran a Cunegonda, fea y envejecida. Liberada, ella también, junto con la vieja, se establece con el resto de la compañía en una pequeña granja.

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